Debemos proteger el medio
ambiente
La actividad humana está
alterando la salud del planeta como nunca en la historia. Cuanto más
amenazadores se vuelven los problemas como el calentamiento global, mayores son
los esfuerzos de los científicos, gobiernos y grupos industriales por hallar
una solución.
¿Es la protección del medio
ambiente un deber individual? Si lo es, ¿hasta qué punto? La Biblia nos da
razones de peso para actuar en favor de la Tierra, al tiempo que nos enseña a
ser equilibrados.
Apoyemos el propósito de
nuestro Creador
Jehová Dios hizo la Tierra
para que fuera el hogar ajardinado de la humanidad. Al ver su obra, la
calificó de “muy buena” y le encomendó al hombre que ‘la cultivara y la
cuidara.
¿qué responsabilidad confió Dios a los
seres humanos con respecto a la Tierra?
Génesis 1:28, 31
28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad
la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los
cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está
sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán
para comer.
30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo
lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será
para comer. Y fue así.
31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.
Génesis 2:15
15 Tomó, pues, Jehová Dios
al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Apocalipsis 11:18
¿Qué siente Dios al contemplar su estado actual? Es obvio que está sumamente ofendido por la mala
administración de los hombres, pues predice que “causar[á] la ruina de los que
están arruinando la tierra”. Por lo tanto, no debemos ser indiferentes a
la precaria situación del planeta.
La Biblia asegura que Dios
borrará todo vestigio del daño causado por los humanos cuando ‘haga nuevas
todas las cosas’ (Apocalipsis 21:5). Ahora bien, no debemos concluir que,
como con el tiempo Dios va a solucionar los problemas de la Tierra, nuestras
acciones no importan. Sí importan, y mucho. ¿Cómo demostramos que
compartimos el punto de vista de Dios sobre nuestro planeta y que apoyamos su
propósito de convertirlo en un paraíso?
Contribuyamos a la limpieza
de la Tierra
Proverbios 3:19
Las actividades normales del hombre
generan cierto grado de residuos; por tal razón, Jehová implantó con sabiduría
ciclos naturales que se encargan de procesarlos, manteniendo así limpios el
aire, el agua y el suelo. Nuestros actos deben armonizar con tales procesos.
Procuremos, pues, no contribuir innecesariamente a la crisis
medioambiental; de esta forma demostramos que amamos al prójimo como a nosotros
mismos (Marcos 12:31). Consideremos un ejemplo interesante de tiempos bíblicos.
Dios ordenó a los israelitas que
enterraran los excrementos humanos “fuera del campamento” (Deuteronomio 23:12, 13). Esta medida mantenía el lugar en
condiciones higiénicas y aceleraba el proceso de descomposición. De manera
similar, los verdaderos cristianos hoy procuran deshacerse de la basura y otros
desperdicios de forma rápida y adecuada. Además, tienen en cuenta que la
eliminación de residuos tóxicos requiere un cuidado especial.
Mateo 22:21
Muchos productos de desecho son
reutilizables. Obedecer las leyes locales sobre reciclado es una forma de dar
“a César las cosas de César” Aunque reciclar supone un esfuerzo extra, pone de
manifiesto nuestro deseo de tener una Tierra limpia.
Conservemos los recursos naturales
Números 11:31-33
A fin de satisfacer nuestras necesidades
básicas de alimentación, vivienda y combustible, es preciso consumir ciertos
recursos naturales. El uso que demos a estos evidenciará si los
consideramos o no un regalo de Dios. Cuando los israelitas expresaron el
deseo de comer carne en el desierto, Jehová les proporcionó codornices en
abundancia. Sin embargo, el pueblo se dejó llevar de la avidez y abusó
egoístamente de esta dádiva, lo que encendió el furor de Jehová Él no ha
cambiado desde entonces. En consecuencia, los cristianos responsables
evitan el derroche innecesario, que puede ser un signo de avidez.
Quizás algunos se sientan con derecho a
consumir ilimitadamente la energía u otros recursos. Pero los recursos
naturales no se deben derrochar solo porque uno pueda permitírselo o
porque estén presentes en grandes cantidades. Cuando Jesús obró el milagro de
alimentar a una gran multitud, mandó que se recogieran los panes y los peces
que habían sobrado (Juan 6:12).
No permitió que se desperdiciara nada de lo que su Padre había
proporcionado.
Seamos equilibrados
A diario tomamos decisiones que afectan al
medio ambiente. Ahora bien, ¿tenemos que llegar al extremo de separarnos de la
sociedad para evitar cualquier impacto negativo en la Tierra? En ninguna
parte recomienda la Biblia tal proceder. Pensemos en Jesús. Cuando él vivió
aquí, llevó una vida normal, lo que le permitió cumplir la misión que Dios le
había dado de predicar (Lucas 4:43). Asimismo, se negó a mezclarse en la política
a fin de acabar con los problemas sociales de la época. Dijo claramente: “Mi
reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36).
Con todo, conviene pensar en el impacto
que tiene en el medio ambiente nuestra elección en campos como las compras
domésticas, el transporte y la diversión. Algunas personas, por ejemplo,
compran artículos cuya elaboración o funcionamiento causan muy poco daño al
ambiente. Otras limitan al máximo su participación en actividades que
contaminan o que consumen indebidamente los recursos naturales.
Nadie, sin embargo, debe imponer a otros
sus decisiones en esta materia, pues las circunstancias varían según el lugar y
las personas. Cada cual responderá de sus actos. Como dice la Biblia, “cada uno
llevará su propia carga de responsabilidad” (Gálatas 6:5).
El Creador encomendó a los humanos la
tarea de cuidar la Tierra. La gratitud por esta asignación, la humildad y
el respeto que sentimos por Dios y sus obras creativas deben motivarnos a
tratarla con la mayor consideración posible.
¿SE HA PREGUNTADO?
¿Intervendrá Dios para resolver los problemas
ambientales? (Apocalipsis 11:18.)
¿Qué responsabilidad confió Dios a los
seres humanos con respecto a la Tierra? (Génesis 1:28; 2:15.)
¿Cómo ejemplificó Jesús que debemos evitar
el derroche? (Juan 6:12.)